Trump autoriza a Corea del Sur desarrollar submarinos nucleares

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(Fecha publicación: 04 de noviembre de 2025)

Donald Trump ha anunciado que Estados Unidos autoriza a Corea del Sur a construir un submarino de propulsión nuclear en Filadelfia. Detrás de dicho anuncio se extiende una maraña técnica y diplomática mucho más densa de lo que pueda parecer. El astillero citado, Hanwha Philly Shipyard, fue adquirido el año pasado por el conglomerado surcoreano Hanwha, pero nunca ha construido un submarino —y menos uno nuclear—. La autorización norteamericana no equivale a un contrato, ni a una licencia de diseño, ni a una excepción inmediata al Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Es, de momento, una declaración política.

Corea del Sur lleva dos décadas persiguiendo dicha capacidad. En 2003 impulsó el Proyecto 362, un estudio para miniaturizar reactores destinados a submarinos, que abandonó tras las objeciones de Washington y del Organismo Internacional de Energía Atómica. Desde entonces, el país ha desarrollado una flota moderna y capaz de sumergibles de propulsión convencional (diésel-eléctricos), equipados algunos de ellos con misiles balísticos de alcance medio con cabezas de guerra no nucleares. Pero dar el salto a la propulsión nuclear no es un simple reto más y conviene ser precisos: la voluntad política es imprescindible y puede abrir la puerta, pero el salto real exige acero, ciencia y combustible. Sin decisión política no hay programa; sin tecnología ni materiales, no hay submarino.

El punto más crítico es el combustible. Corea del Sur no puede enriquecer uranio ni reprocesar sin autorización estadounidense, según su acuerdo bilateral de 2015. Trump sugiere que Washington suministraría uranio ya enriquecido, lo que permitiría respetar formalmente el TNP. No sería un precedente nuevo, sino la extensión del ya inaugurado en el programa de submarinos nucleares AUKUS, en el que un país sin armas nucleares como es Australia operaría submarinos de propulsión nuclear con apoyo de Washington.

A nivel industrial, el camino tampoco es simple. Solo dos astilleros estadounidenses dominan hoy la construcción de submarinos nucleares: General Dynamics Electric Boat (Groton, Connecticut) y Huntington Ingalls Industries (Newport News, Virginia). Ambos operan con una carga de trabajo muy elevada por la producción de los submarinos de ataque de la clase Virginia, la puesta en marcha de la clase Columbia —los nuevos portadores de misiles balísticos de Estados Unidos— y los compromisos del pacto AUKUS. Añadir a ese entramado las necesidades del programa surcoreano no lo haría imposible, pero sí tensionaría aún más la capacidad industrial y de supervisión técnica de ambos astilleros.

La propulsión nuclear daría a Seúl una ventaja operativa real: más autonomía, mayor alcance y patrullas mucho más prolongadas diseñadas específicamente para vigilar y disuadir a Corea del Norte y para contrarrestar en parte la creciente capacidad de proyección naval de China. Aun así, no conviene olvidar que formar tripulaciones “nucleares”, construir un reactor naval y completar las pruebas de mar hasta que el submarino sea operativo puede llevar una década. Si el objetivo es botar el primer submarino surcoreano de propulsión nuclear antes de 2035, la cuenta atrás ya ha empezado; la política ha dado luz verde, pero industria y diplomacia deberán traducir el anuncio en hitos tangibles.

Mr. Lynx

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