(Fecha de publicación: 15 de octubre de 2025)
Dos noticias, una misma lección
En pocos días han coincidido dos historias que explican mejor que ningún informe dónde nos encontramos con la inteligencia artificial. Una gran empresa logística norteamericana ha incrementado beneficios gracias a la IA, optimizando procesos, reduciendo errores humanos y mejorando la eficiencia. En cambio, Deloitte Australia tendrá que devolver dinero al gobierno por un informe “hecho con IA” lleno de citas falsas y referencias inventadas.
La misma herramienta. Resultados completamente opuestos. Y aquí empieza la reflexión importante: el problema no es la IA. Somos nosotros.
No es la máquina, es el espejo
La tecnología no es ni buena ni mala. Es como Internet cuando apareció: abrió un universo nuevo y dejó al descubierto quién encontró un mundo lleno de posibilidades y quién se dedicaba a perder el tiempo. Quienes la entendieron como una herramienta salieron reforzados. Quienes la usaron sin criterio todavía buscan la salida.
Hoy pasa lo mismo. Unos utilizan la IA para innovar, mejorar procesos o crear valor. Otros, para maquillar carencias, acelerar trabajos sin revisar o simular conocimiento. Por eso me gusta decir que la IA no sustituye a nadie: solo accelera lo que ya eres. Si tienes curiosidad, te hará más ágil. Si tienes criterio, te dará velocidad. Si solo buscas un camino fácil, te hará más dependiente, por no decir otra cosa.
El verdadero riesgo: perder el juicio crítico
El problema no es que la máquina se equivoque. Es que demasiada gente ya no revisa, no contrasta y no piensa. El algoritmo escribe y nosotros copiamos. Como si el pensamiento crítico fuera secundario. Cuando delegamos la responsabilidad intelectual a un sistema automático, no estamos avanzando tecnológicamente: estamos retrocediendo culturalmente.
La solución no es técnica, es humana
No hace falta ser ingeniero para entender la IA. Hace falta educación, formación y ética. Aprender a usarla bien, saber dónde puede ayudar y dónde no. Educar a las nuevas generaciones para que no la vean como un juguete, sino como una herramienta. Y, sobre todo, no confundir que responder rápido no significa entender lo que hacemos. Igual que tuvimos que aprender a navegar por Internet, ahora tenemos que aprender a conducir algoritmos con sentido común.
La verdadera pregunta
La IA no es el futuro: es el presente. Y nos pone delante del espejo. Nos pregunta si aún somos capaces de pensar, de revisar y de entender lo que hacemos. Nos obliga a decidir si queremos ser usuarios pasivos o personas con criterio.
La diferencia no está entre quien sabe usar la IA y quien no, sino entre quien la utiliza para entender mejor el mundo y quien le delega el criterio y, peor aún, la opinión.
Mr. Lynx
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