Así no, Europa. Cuando el dinero se diluye entre retrasos y sobrecostes.

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(Fecha publicación: 12 de noviembre de 2025)

Dos noticias que han salido a la luz recientemente bastan para explicar por qué Europa sigue —y probablemente seguirá— a la zaga en defensa. Por un lado, está Alemania, que intenta rescatar un programa naval multimillonario que naufraga entre sobrecostes y litigios; por otro, el Reino Unido, donde altos mandos militares disfrutaron unas vacaciones de esquí pagadas por contratistas privados en pleno debate sobre el aumento del presupuesto militar. En ambos casos el problema es el mismo: un mal endémico de la vieja Europa, una política que actúa como lastre en lugar de marcar objetivos y exigir resultados a quienes gestionan los proyectos.

El Ministerio de Defensa alemán lleva años arrastrando el proyecto de las fragatas F126, el mayor de su historia naval desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El contrato, adjudicado al astillero neerlandés Damen junto a Naval Vessels Lürssen, debía construir cuatro buques de 166 metros. Hoy acumula retrasos, pagos bloqueados y sobrecostes que ya superan los 670 millones de euros. Berlín estudia rescindir el contrato al consorcio y transferirlo al grupo alemán NVL, propiedad de Rheinmetall, tras un nuevo periodo de revisión. El ministro Boris Pistorius intenta mantener el programa a flote bajo control parlamentario, pero el hecho de que el mayor astillero del país esté en disputa judicial por un buque que aún no ha tocado el agua resume la fragilidad de la política industrial europea, tanto a escala nacional como europea.

En lo referente al caso británico, el episodio retrata una cultura de complacencia muy «europea» que se repite cada vez que hay dinero público en juego. En febrero, más de un centenar de altos oficiales británicos y ejecutivos de defensa participaron en un retiro alpino en Méribel, con alojamiento y actividades cubiertas por empresas contratistas. Entre ellas, BAE Systems, Airbus y Leonardo. El encuentro, celebrado justo antes de que Downing Street anunciara un incremento del gasto en defensa, ha generado críticas sobre la falta de transparencia y los vínculos personales entre quienes adjudican contratos y quienes los reciben. El Ministerio de Defensa insiste en que no hubo trato de favor, pero la imagen de uniformes y ejecutivos compartiendo pistas de esquí antes de una nueva ronda de adjudicaciones es difícil de justificar.

En contraposición, tenemos a Estados Unidos, que no se libra de sufrir problemas relacionados con sobrecostes y retrasos, como demuestra el KC-46 Pegasus, el nuevo avión cisterna de Boeing para la Fuerza Aérea. Sin embargo, la diferencia está en el tipo de control: el contrato traslada al fabricante la responsabilidad financiera de los fallos y supedita cada desembolso a la verificación técnica de los avances. Por otra parte, tenemos a China, cuya expansión industrial de defensa se refleja en más de un centenar de nuevas instalaciones dedicadas exclusivamente al desarrollo y fabricación de cohetes y misiles, levantadas en los últimos años con una velocidad que la Unión Europea ni se atreve a imaginar. En el viejo continente, la gestión sigue fragmentada entre gobiernos, consorcios y comités, sin un sistema común que mida resultados ni establezca responsabilidades claras cuando los proyectos se encarecen o se retrasan.

La defensa europea no falla por falta de dinero, sino por la incapacidad de tomar decisiones a tiempo y asumir responsabilidades cuando algo se retrasa o se encarece. La defensa europea no falla por falta de dinero, sino por la incapacidad de tomar decisiones a tiempo, que estas sean eficaces y asumir responsabilidades cuando algo se retrasa o se encarece. El caso más flagrante es el programa FCAS (Future Combat Air System), paralizado por las disputas de liderazgo entre Francia y Alemania, con España relegada a un papel secundario y sin voz real en las decisiones clave. Mientras los gobiernos sigan aplazando decisiones y repartiéndose culpas, la llamada autonomía estratégica seguirá siendo un eslogan y no una capacidad real.

Mr. Lynx

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