Drones sobre Copenhague: cómo se combate a un enemigo sin cara

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(Fecha publicación: 30 de septiembre de 2025)

Dinamarca prohíbe el vuelo civil de drones y la OTAN despliega fragatas, radares y equipos c-UAS para blindar una cumbre de la Unión Europa con un enemigo sin rostro.

Los cielos de Copenhague se han convertido en un laboratorio de pruebas en tiempo real. Dinamarca ha decretado una prohibición nacional de vuelo de drones civiles durante una semana tras la oleada de interferencias causadas por drones sobre bases militares y aeropuertos que obligó a cerrar temporalmente hasta seis aeródromos. La medida coincide la cumbre de la Unión Europa y el resto de reuniones preceptivas en la capital y busca eliminar ruido en el espacio aéreo: si todo lo legal está en tierra, cualquier intruso es más fácil de identificar y, llegado el caso, neutralizar.

La respuesta aliada ha sido inusualmente pública y visible para un problema que suele tratarse con discreción. Alemania ha desplazado a la fragata de defensa aérea FGS Hamburg dentro de la actividad “Baltic Sentry” de la OTAN; Suecia ha enviado una unidad con capacidades anti-drón y varios radares de alto rendimiento; y Francia ha aportado un destacamento de 35 militares con un helicóptero y medios activos de lucha c-UAS. Sobre el terreno, Dinamarca ha desplegado en el aeropuerto de Copenhague un radar XENTA específico contra UAS. Aun así la OTAN evita precisar cuales serán las reglas de enfrentamiento.

El Gobierno danés habla de “ataque híbrido”. No hay atribución oficial, aunque la primera ministra Mette Frederiksen ha señalado a Rusia como la principal amenaza para la seguridad europea; como era de esperar, Moscú lo niega. L

Mientras tanto, la onda expansiva ya afecta a los países vecinos: en Noruega, un vuelo de pasajeros tuvo que desviarse por la presencia de UAV no identificados sobre un aeropuerto. El objetivo parece claro, sea quien sea el autor: generar estrés operativo, forzar el consumo de recursos y medir la cohesión y respuesta de los países aliados en una semana clave.

La lección estratégica es incómoda con la ambigüedad como arma. Drones sin distintivos, lanzados desde plataformas civiles o marítimas, explotan la fragmentación regulatoria y técnica de Europa. Prohibir los vuelos civiles durante unos días reduce el riesgo de confusión, pero no es una estrategia ni a medio ni largo plazo. Hace falta un enfoque en capas: sensores persistentes (radar, óptico, acústico), guerra electrónica distribuida, interceptores de bajo coste, protocolos comunes de atribución y una cadena de custodia forense que permita la toma de decisiones difíciles y complejas. Todo ello, ni es sencillo ni es barato.

Copenhague funciona estos días como una suerte de ensayo general ante futuras amenazas similares en otras capitales europeas. Si Europa quiere dejar de “jugar a la defensiva”, deberá evolucionar del “no volar” al “no tolerar”: impedir el vuelo de lo hostil, no el de lo legal. Esta crisis no es el fin del mundo, pero sí un anticipo de lo que viene: conflictos de baja firma, alto impacto y coste asimétrico. La buena noticia es que la respuesta ya se articula; la mala, que el adversario aprende y toma nota igual de rápido.

Mr. Lynx

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