A estas alturas del siglo XXI todo el mundo debería saber que la guerra, ante todo, es un negocio. No es cuestión de extenderse sobre los innumerables ejemplos que ha vivido nuestra sociedad desde la 2º Guerra Mundial. Por ello, voy a remitirme directamente al último episodio que hemos vivido en el que han participado las principales fuerzas occidentales: la liberación de Libia o lo que es lo mismo la operación «Odyssey Dawn».
A modo de resumen, la intervención militar en Libia de 2011 fue una operación militar multinacional desarrollada bajo el amparo de la ONU, con el objetivo de cumplir lo dispuesto por la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en la que se autorizaba la adopción de «todas las medidas necesarias […] para proteger a los civiles y las zonas pobladas por civiles que estén bajo amenaza de ataque» de las fuerzas leales al gobierno de Muamar el Gadafi y en la que se establecía la «prohibición de todos los vuelos en el espacio aéreo», al tiempo que se autorizaba a adoptar «todas las medidas necesarias para hacer cumplir» dicha prohibición. (*)
Las operaciones militares comenzaron el 19 de marzo del mismo año, con el ataque a tanques de las fuerzas leales por parte de los cazas Rafale de l’Armèe de l’Air francesa y en la misma noche con el lanzamiento de más de 110 misiles de crucero Tomahawk por parte de la US Navy y la Royal Navybritánica y las incursiones aéreas del Ejército del Aire Francés y la RAF británica.
Además de estos países, España e Italia fueron de los miembros de la coalición más activos en cuanto al despliegue de medios y se ocuparon de hacer cumplir la zona de exclusión aérea y el bloqueo naval.
Los paises miembros de la OTAN, a través del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, acordaron dar fin a la intervencion militar y dejar Libia el 31 de octubre.
Al nuevo régimen le toca reconstruir la diezmada y prácticamente inexistente Fuerza Aérea Libia, que cuenta con apenas media docena de cazas de combate y otra media docena de aviones de transporte, la mayoría de origen soviético.
El proceso habitual para la adquisición de aviones de combate y transporte para la Fuerza Aérea de un país se hace a través de un concurso en el que participan las diversas interesadas en ofrecer sus productos y conseguir la adjudicación de un contrato multimillonario.
Un ejemplo reciente es el de la Fuerza Aérea India con su programa MMRCA (Medium Multi-Role Combat Aircraft). En dicha «competición», se presentaron las empresas estadounidenses Boeing con el F/A-18E/F Super Hornet y Lockheed Martin con el F-16 Fighting Falcon, la francesa Dassault con el Rafale, el consorcio europeo Eurofighter con el Typhoon, la rusa Mikoyan con el MiG-35, y finalmente la sueca Saab con el JAS 39 Gripen. A la fase final de selección llegaron el Eurofighter y el Rafale, llevándose el contrato final la francesa Dassault con un contrato por 126 aparatos valorado entre los $20–$25 billon.
Como he comentado antes, esto sería el «proceso habitual», pero casos con Irak o Libia marcan las excepciones. Irak prácticamente está reconstruyendo toda su maquinaria bélica con material estadounidense. La compra del 18 F-16 Fighting Falcon Block 52 es un ejemplo de ello. Un contrato importante para los trabajadores de Lockheed Martin en Fort Worth, Texas. Sin duda un Estado muy importante de cara a las elecciones presidenciales de los EEUU. ¿Me vais pillando?
Pues bien, el Jefe de Estado de la Fuerza Aérea Libia, Saqr Geroushi, ya ha manifestado públicamente que van a reconstruir sus Fuerzas Armadas con una «consideración especial» hacia los países que apoyaron la revolución/liberación del país, principalmente Francia, Reino Unido y los Estados Unidos.
Es por ello, que los planes de dicha reconstrucción incluyen dos escuadrones de cazas franceses Rafale, otros dos escuadrones de cazas Eurofighter Thypoon, aviones de transporte estadounidenses Lockheed C-130 Hercules y helicópteros Boeing CH-47 Chinook.
Como veis, el «pastel» se reparte perfectamente y casi proporcionalmente con la implicación en el conflicto. La parte «estadounidense» se reparte entre los dos gigantes aeronáuticos; Boeing y Lockheed Martin. Con la compra de los Thypoon la carga de trabajo se reparten con un 37,5% del Reino Unido, 30% Alemania, 19,5% Italia y 13% España. En cuanto al país galo cuya participación fue muy activa en el conflicto, recibe su contraprestación con la compra de los cazas Rafale.
Evidentemente estas no serán las únicas adquisiciones que se realizarán, pero queda claro cuales serán los países que contarán con todo a favor para adjudicarse los contratos. Esta vez Rusia deberá buscar nuevos mercados y nuevos aliados.
El Lince Analista
(*) Fuente: Wikipedia